


"En realidad prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire." Woody Allen
La ira podía convertir al inofensivo Robert Bruce Banner en «la Masa», una montaña de músculo y piel verdosa con muy malas pulgas. Spiderman no era más que un adolescente tímido hasta que una araña mutante le picó y le dio sus poderes. Y en el mundo real, en este caso en el de los insectos, los científicos han descubierto una sustancia que puede convertir a las hormigas en superhormigas.
El cuerpo de estas hormigas modificadas cambia por dentro. Su cerebro encoge un 25%, los ovarios se expanden hasta ocupar casi todo su abdomen y, lo que es mejor, pasan de poder vivir unos seis meses a varios años. Pero las hormigas agraciadas con estas transformaciones no necesitan tener superpoderes, sino poner una ingente cantidad de huevos: por ello, pasan de ser humildes obreras (una casta prescindible), dedicadas a proteger el nido y a conseguir comida, aauténticas reinas, cuya única preocupación es asegurarse la descendencia y volar en busca de nuevos nidos.
Según un estudio publicado por un grupo de investigadores de la universidad del Estado de Carolina del Norte, la misteriosa sustancia no es otra que la dopamina, una hormona presente en vertebrados e insectos y cuya función está relacionada, en general, con las rutas de recompensa. «Descubrimos que las aspirantes a reinas tenían unos niveles de dopamina tres veces superiores a los de otras obreras», según el director de lainvestigación, Clint Penick. Su equipo ha hecho este hallazgo en «Harpegnathos saltator», la «hormiga india saltadora» y los ha publicado en la revista de Biología Experimental.
«Las reinas liberan una feromona al exterior de sus cuerpos que le dice a las obreras que su reina está presente, sana y poniendo montones de huevos», ha explicado Penick. Pero cuando la reina y la feromona desaparecen, la situación cambia en cuestión de horas. «Pronto, la mitad de la colonia comienza a luchar para reemplazar a la reina». Según explica, los combates son feroces pero no les provocan heridas.
«Ganar los combates incrementa los niveles de dopamina y esto lleva a los cambios físicos» que las transforman en reinas. Por el contrario,«perder baja los niveles de dopamina». Además, si la reina vuelve al nido en el plazo de unas horas, los niveles de dopamina retornan a la normalidad y la obrera continúa siendo obrera.
Pero, ¿cómo consigue esta molécula hacer estos cambios? Aunque aún no se conocen cuál es el mecanismo, se cree que algunos genes se «encienden» y otros se «apagan», un proceso que en Biología se conoce como «epigenética».
La epigenética es el conjunto de fenómenos que no afectan a la secuencia de genes pero que modifican su funcionamiento. Por ejemplo, esto es lo que determina que un chimpancé y un humano sean tan distintos aunque compartan el 99 por ciento de sus sencuencias de genes.
Según explica el Francisco Zafra, catedrático de Bioquímica en la Universidad Autónoma de Madrid, «lo que somos depende tanto de la secuencia de los genes como del medio ambiente en el que hemos vivido. Y seguramente la principal forma en la que ese medio ambiente actúa sobre nosotros es a través de mecanismos epigenéticos».
Estas pequeñas hormigas pueden servirle a los científicos a entender cómo funcionan las relaciones sociales de los animales y parte de losmecanismos epigenéticos que están detrás todos los Seres Vivos.
En dos años, el nuevo coronavirus que apareció en Oriente Próximo ha afectado por lo menos a 723 personas, de las que han muerto 131, segúnel último recuento del Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC). Estas cifras se han disparado en el último mes, donde solo en Arabia Saudí los casos han aumentado un 86%.
Además de por este incremento, la enfermedad, denominada MERS (por síndrome respiratorio de Oriente Medio), preocupa por dos motivos: aunque se decía que se transmitía difícilmente entre personas, el 75% de los nuevos casos la adquirieron por el contacto con enfermos, y no con animales (se cree que el origen está en los camellos). Además, el próximo mes de julio tendrán lugar las populosas peregrinaciones a La Meca, y se teme que aparezca un brote en la ciudad. La mortalidad, un 18%, es bastante alta, aunque no tanto como el virus de la gripe H5N1 que aún circula por el sureste asiático, que sobrepasa el 50% o el ébola de Guinea, con más del 60%.
Ministro destituido
La enfermedad se ha cobrado otra víctima: el ministro de Sanidad de Arabia, Abdullah al-Rabiah, ha sido destituido en pleno pico de casos después de que afirmara que la situación estaba controlada. LaOrganización Mundial de la Salud (OMS) ha enviado un grupo de expertos para intentar atajar el problema. Según sus portavoces, nada explica el repentino aumento de casos. En un mensaje destinado a tranquilizar, afirman que se debe, en gran parte, a contagios dentro de los hospitales, lo que demuestra no tanto que el coronavirus se transmita fácilmente entre personas, sino que ha habido un descuido en el personal sanitario.
Además, sus estudios indican que el coronavirus pierde virulencia cuando se contagia entre personas. De hecho, solo han registrado dos contagios terciarios (que el virus haya pasado por dos personas antes de llegar al último enfermo), y muy pocos entre personas que convivían en la misma casa.
Aunque hay 15 países que han registrado casos, el foco se mantiene en la península Arábiga. El último enfermo detectado, un egipcio, vivía en Riyad, la capital de Arabia. De momento, la única recomendación emitida por las autoridades es que se evite el contacto con camellos y, sobre todo, la ingesta de leche o carne de estos animales sin cocinar.
La proteína GDF11 ha dado otra alegría a los investigadores. Según dos artículos que se publican en la edición digital de Science (en papel saldrán el viernes) no solo recupera las células cardiacas en ratones, sino que también mejora sus capacidades intelectuales, rejuveneciéndolas.En concreto, los investigadores de la Universidad de Harvard descubrieron que inyectando la proteína en ratones con una edad equivalente a los 70 años humanos, estos recuperaban capacidades como la del olfato, que habían perdido con el envejecimiento. El hallazgo tiene una lectura muy interesante, ya que esa proteína también la tenemos los humanos.
Doug Melton, codirector del Centro de Terapias con Células Madre y Medicina Regenerativa de Harvard, señaló que “no podía recordar un hallazgo más emocionante. Esto debe darnos esperanzas para tener un futuro más saludable. Todos nos preguntábamos por qué éramos más fuertes y mentalmente más ágiles cuando éramos jóvenes, y estos dos artículos apuntan a una posible respuesta: los niveles más altos de proteína GDF11 que tenemos de jóvenes. Hay pocas dudas de que, al menos en animales, la GDF11 tiene una increíble capacidad para restaurar las funciones del cerebro y los músculos que se pierden con el envejecimiento”.
Los ensayos son, en este caso, dignos de mención. En unos, simplemente se inyectó la proteína a los ratones. En otros, sin embargo, que usó un método mucho más complejo: se unieron los sistemas circulatorios de dos ejemplares, uno joven y otro viejo, de manera que la sangre llegara de forma natural al animal que tenía menor concentración. En ambos casos los resultados fueron similares. Este sistema, aunque aparatoso, tiene la ventaja de que muestra al natural el funcionamiento de la proteína, unas moléculas que no se pueden dar por vía oral porque las enzimas digestivas las degradan.