Un agricultor de Castilla-La Mancha y otro de Murcia cuentan cómo han recibido el acuerdo sobre el trasvase Tajo-Segura
El memorándum firmado esta semana por el Ministerio y las cinco comunidades que viven gracias al Tajo ha aliviado las tensiones en el campo. El documento garantiza el trasvase al Segura, pero sólo si en los embalses de cabecera hay una reserva mínima de 400 hm3, casi el doble de la prevista hasta ahora. Un agricultor de Castilla-La Mancha y otro murciano cuentan, a pie de explotación, cómo reciben el acuerdo en cada territorio
Aunque cree que se podría haber mejorado, Jorge Navarro, agricultor de Albacete, asegura que el acuerdo entre las cinco comunidades que dependen del Tajo es positivo. Navarro, que ocupa la secretaría provincial de Asaja, piensa que debe garantizarse a Castilla-La Mancha la cobertura de sus necesidades hídricas. «En el momento en que esto fuera así, y el desarrollo de Castilla-La Mancha estuviera prácticamente en marcha, somos partidarios de que el agua sobrante no se pierday vaya a otras comunidades que la necesiten».
Este regante es consciente de que la reserva que queda en la cabecera del Tajo con el acuerdo alcanzado es superior a la que había. «Somos conscientes de que las primeras necesidades del agua son para la población y después para la agricultura, por lo que admitimos que se puedan hacer trasvases», aunque, apostilla, «siempre que las necesidades hídricas de Castilla La Mancha y Albacete queden cubiertas» porque, asegura, el desarrollo de esta región se basa en la agricultura.
Matiza que en Albacete, la mayoría de los regadíos se han puesto en marcha por iniciativa privada, «con el sacrificio de los agricultores, poniendo todo su patrimonio como aval y en muchos casos perdiéndolo». Los regantes, sostiene, «son los que han hecho un gran desarrollo, para producir más, generar puestos de trabajo y que todos los sectores alrededor de la agricultura, como los polígonos industriales, sigan adelante». Este agricultor recuerda que llevan muchos años pidiendo a la Administración «las famosas 50.000 hectáreas, la famosa llanura manchega que se iba a poner de regadío», y eso, de momento, «no se ve hecho», concluye.
Sobre la «guerra del agua», considera que «mientras haya políticos de por medio, no va a acabar nunca». Se solucionaría «si la tuviéramos que administrar los que vivimos de la agricultura», señala. Recuerda el dicho: «Emborracha más el agua que el vino». El problema, a su juicio, es que el agua «es un arma arrojadiza en todas las campañas electorales y para captar votos», por lo que se debería despolitizar.