16 mar 2014

¿Por qué nunca se nos olvida esa vieja canción?

Seguro que alguna vez, al intentar cantar la letra de una canción que creía olvidada, se ha llevado la grata sorpresa de que las palabras iban saliendo casi solas, una detrás de otra, con menos esfuerzo del que suponía y finalmente consiguió recordarla prácticamente entera. Bueno, pues algo de eso hay.
¿Por qué nunca se nos olvida esa vieja canción?
Esa facilidad para recordar se conoce como“efecto de la producción” sobre la memoria y ocurre cuando tratamos de reproducir palabras o sonidos en los que ha intervenido el sistema motor del cerebro, es decir, que previamente hemos producido de forma activa. En este caso, recordamos con mayor facilidad la letra porque previamente habíamos cantado esa canción, algo que no hubiera ocurrido si sólo la hubiéramos escuchado de forma pasiva. Lo mismo pasa con las palabras, pronunciarlas en voz ayuda a memorizarlas de formamás eficaz que escucharlas, leerlas o articularlas en voz baja


En definitiva que el aprendizaje activo, o aprender haciéndolo, refuerza la memoria porque involucra al sistema motor del cerebro.
Para llegar a esta conclusión, un grupo de investigadores de la Universidad McGill, de Montreal, comenzó estudiando cómo reconoce el cerebro las melodías familiares. Y lo que encontraron fue que aprender algo haciéndolo, es decir, involucrando las redes motoras del cerebro, es más eficaz para recordarlo después que hacer un aprendizaje pasivo. Y esto tiene importantes implicaciones también en la vida diaria a la hora de recordar información de la mejor forma posible. Su investigación se publica en el último número de Cerebral Cotex.
Los investigadores de Montreal reclutaron a 20 expertos pianistas de Lyon, Francia, y les pidieron que aprendieran unas melodías sencillas. Algunas tenían que memorizarlas de forma pasiva, oyéndolas simplemente, mientras que otras las aprendieron a la vez que las interpretaban al piano, involucrando al sistema motor del cerebro, que planificaba y ejecutaba los movimientos de los dedos sobre el teclado y formaba memorias motoras. 
Después todos los pianistas escucharon las melodías que habían aprendido. Pero algunas no eran exactamente igual, porque los investigadores habían cambiado alguna nota. Y mientras los voluntarios oían las canciones intentado reconocerlas, los investigadores captaban las eléctricas de su cerebro utilizando la electroencefalografía (EEG).
Y lo que vieron fue que en las melodías que habían aprendido de forma activa, es decir, interpretándolas en el piano, los participantes reconocían con más facilidad los cambios de tono que en aquellas otras que solo las habían escuchado, explica el primer autor del estudio, Brian Mathias, un estudiante de doctorado de McGill que dirigió el trabajoen el Centro de Investigación de Neurociencia de Lyon, en Francia.
Las mediciones de EEG revelaron cambios más grandes en las ondas cerebrales y aumento de la actividad motora 200 milisegundos después de las notas incorrectas cuando los participantes escuchaban las melodías que habían interpretado previamente que cuando sonaban las que habían aprendido de forma pasiva. “Esto revela que el cerebro compara con rapidez la información auditiva entrante con la información motora almacenada en la memoria, lo que nos permite reconocer si un sonido es familiar”, señalan los autores.
Este trabajo revela la importancia del "aprendizaje experiencial", es decir de aprender haciéndolo, y tiene implicaciones pedagógicas y clínicas, opina Mathias. Además aclara el motivo por el que es eficaz la vieja costumbre de memorizar repitiendo, tan denostada hoy en día: involucra al sistema motor, necesario para la producción de las palabras, y luego favorece el recuerdo. Pero también plantea la posibilidad de utilizar el aprendizaje motor para mejorar la memoria o proteger el deterioro cognitivo a las personas mayores.
La idea no es tan descabellada, una de las últimas cosas que olvidan los enfermos de alzhéimer son las viejas canciones de su infancia… Algunos son incluso capaces de recordar la tabla de multiplicar que aprendieron cantando, con el viejo soniquete musical de “dos por dos cautro, dos por tres seis…”