María Abad es “la chica del momento” en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Así la llaman unas colegas cuando camina por los pasillos camino al comedor. Y no es para menos. Esta madrileña, nacida en el hospital de La Paz —“porque Alcorcón no tenía hospital en los ochenta”— hace 33 años, a escasos metros de donde ahora trabaja, ha conseguido reprogramar simples células adultas en células madre embrionarias dentro de un ser vivo.
Después de que Nature haya publicado los resultados, su teléfono no ha dejado de sonar (durante el almuerzo vibra varias veces) y confiesa que tiene decenas de mensajes sin leer. “Estoy abrumada. Estoy acostumbrada a disfrutar de lo que hago, pero no a que tenga trascendencia”, dice.
Después de que Nature haya publicado los resultados, su teléfono no ha dejado de sonar (durante el almuerzo vibra varias veces) y confiesa que tiene decenas de mensajes sin leer. “Estoy abrumada. Estoy acostumbrada a disfrutar de lo que hago, pero no a que tenga trascendencia”, dice.

Abad espera que su hallazgo, que sugiere la posibilidad futura de autoregeneración de tejidos lesionados, sirva como una llamada de atención sobre la importancia de la inversión en ciencia. “España tiene un problema para atraer talento, de aquí o de fuera”, opina. De momento, la bióloga ya planea irse al extranjero. “Porque quiero, no me veo forzada”, matiza. A unos meses de que finalice su contrato el próximo mayo, sueña con trabajar en Boston o Nueva York. “Que nos vayamos a formarnos fuera no es un drama, la pena es que los científicos no podamos volver a hacer ciencia aquí”, añade.
Es en España donde Abad se imagina su futuro lejano. Cerca de su familia. Cuando habla de ellos se le trunca la voz y se le humedecen los ojos. “Se esfuerzan por apoyarme. Siempre se han interesado por lo que hago y en las cenas me piden que se lo explique. Y leen artículos para enterarse”. No es fácil comprender cómo es posible generar células madre embrionarias dentro de ratones. Tampoco que para llegar ahí “no hay horarios ni vacaciones ni fines de semana”. “Por eso nos emparejamos con otros científicos. Otro no lo hubiera aguantado”, se refiere a su novio. Pero las horas en el laboratorio, observando a sus “viejos ratoncillos”, han dado sus frutos. En este caso, un futuro lejano en el que órganos dañados pudieran regenerarse. Y ser “la chica Nature”.